El estrés térmico derivado del cambio climático podría provocar una caída de entre 1,5% y 4% en la productividad lechera hacia mediados del siglo XXI, incluso en establecimientos dotados con sistemas modernos de enfriamiento. La investigación, difundida mediante un comunicado oficial de la Universidad Hebrea de Jerusalén, analizó datos de más de 130.000 vacas en 300 tambos de Israel, país caracterizado por climas cálidos y húmedos.
El trabajo se desarrolló entre los años 2009 y 2020, y evaluó la relación entre temperatura, humedad y la variación en los niveles diarios de producción de leche. Los resultados mostraron que, a pesar del uso de sistemas avanzados de ventilación y enfriamiento, los episodios de calor extremo generan pérdidas productivas significativas y prolongadas. Según el profesor Ayal Frank, de la Universidad de Chicago, “incluso las granjas tecnificadas son vulnerables al calor. Nuestros datos demuestran que las temperaturas extremas provocan una caída sostenida en los volúmenes de leche, aun con equipos de enfriamiento disponibles”.
El análisis concluyó que una ola de calor con temperaturas superiores a 26°C puede reducir la productividad lechera en un 10%, y que se requiere más de diez días después del evento climático para que los niveles vuelvan a la normalidad.
Extrapolando los datos a diez de los principales países productores de leche —entre ellos India, Pakistán, Brasil, Estados Unidos, Francia y Rusia— los investigadores estiman pérdidas diarias de entre 3,5% y 4% en las regiones más cálidas y de 1,5% a 2% en zonas templadas.
Ante este panorama, los especialistas señalan que el cambio climático representa un riesgo creciente para la resiliencia de los sistemas lecheros, particularmente en contextos de precios volátiles y costos crecientes de adaptación. Como respuesta, se proponen estrategias como el desarrollo de razas bovinas más resistentes al calor, la mejora de la eficiencia energética de los sistemas productivos y la incorporación de riesgos climáticos en la planificación sectorial.