"En agosto de este año, cuando estábamos haciendo la planificación de siembras de granos gruesos, sólo recibía "no" como respuesta a propuestas de aumento de dosis de nitrógeno en maíz o de fósforo en soja; tampoco me daban vía libre a aplicaciones de zinc en maíz, a la agricultura por ambientes o a otras herramientas componentes de paquetes tecnológicos de ata producción”.

Los precios a cosecha eran US$140 por tonelada para el cereal y US$230 para la oleaginosa. Ahora, con 185 y 310 dólares, respectivamente, me llaman todos los días para preguntarme hasta qué nivel se puede levantar la dosis de nitrógeno y de fósforo y qué otra tecnología se puede agregar para alcanzar rindes máximos", diferencia un asesor de campos agrícolas. "Se nota mucho más interés en cultivos de punta, pese al riesgo que supone el desarrollo de La Niña", completa.

Visto desde otra perspectiva, se sigue pensando en planteos agrícolas defensivos, pero con la expectativa de no perder rinde en una campaña que posibilita capturar precios que hace tiempo no se veían y permiten obtener un ingreso marginal. Estas actitudes, empero, enfrentan la espada de Damocles del clima incierto. "Octubre ya pasó, noviembre se termina y una lluvia de 20 milímetros se evapora mucho más rápido en diciembre que a principios de primavera", observa un productor cordobés.

Por esa razón, los empresarios consultan los pronósticos meteorológicos zonales todos los días y toman medidas. Por ejemplo, los contratistas de picado están recibiendo muchos pedidos de ganaderos que quieren asegurarse los recursos forrajeros a mediano plazo, porque tienen expectativas de que tendrán muy poco pasto en el campo en los meses estivales.

Por Carlos Moreno para La Nación