Panorama Forestal entrevistó al Ing. Juan Pedro Posse, profesional con larga trayectoria en el sector forestal uruguayo, participante de diferentes empresas privadas, destacado investigador y consultor.

¿Como ve la actualidad del sector forestal en comparación con lo que era cuando se comenzó a desarrollar casi 40 años atrás?

El crecimiento ha sido muy importante, ha habido distintas fases de ese desarrollo donde en cada una los factores que las caracterizaron fueron diferentes. Uno de los principales cambios fue la adaptación de las especies a los mercados existentes y a las condiciones agroclimáticas de Uruguay, lo que permite hoy en día tener especies más adaptadas y productivas.

El crecimiento del sector durante los últimos 40 años ha implicado un gran desarrollo tecnológico en la fase primaria (tanto en la silvicultura como en la cosecha), también se ha desarrollado la industria procesadora en el interior del país, ha aumentado notoriamente el área certificada, la cantidad de productos certificados y, como consecuencia, los sistemas certificados. Se ha logrado una mayor apertura de mercados, el crecimiento llevó de la mano la necesidad de un desarrollo logístico mayor, en todos los eslabones de la cadena.

Otra de las cosas que ha evolucionado positivamente es el nivel de servicios disponibles, se han profesionalizado muchos, han aumentado la cantidad de contratistas y también la calidad de los recursos humanos en formación ha incrementado positivamente.

También hubo cambios en el destino de la madera extraída, en los años de 1980 mayoritariamente se extraía madera cuyo destino era energía; en la actualidad se continúa extrayendo un volumen similar de madera con este destino, pero la extracción para otros ha aumentado de forma sinigual. Actualmente los principales destinos de la madera producida en los bosques uruguayos son la celulosa, el aserrío, la exportación en rollizos y la producción de chips.

 

¿Cuáles son los principales desafíos actuales del sector?

Hoy en día uno de los principales desafíos que enfrenta el sector es preparar las plantaciones y los sistemas para condiciones climáticas cambiantes (los árboles que plantamos hoy estarán 10-20 años creciendo). Esto implica desarrollar materiales plásticos que se adapten a cambios y eventos extremos, produciendo madera de la calidad requerida para los procesos industriales actuales y por venir.

Explorar y aprovechar las oportunidades que ofrece la bioeconomía tanto a nivel de la utilización de subproductos forestales, pero también a través de la adopción de bioproductos que permitan una silvicultura en mayor armonía con los recursos naturales, es un desafío, pero también una oportunidad muy interesante.

En gran parte la bioeconomía presenta el desafío de transformar posibles materiales que no serían utilizados en subproductos o productos que complementen la cadena de agregado de valor. 

 

¿Qué relación existe entre el sector forestal uruguayo y la bioeconomía?

El sector forestal genera grandes oportunidades en economía circular pues los restos de la producción industrial representan oportunidades de desarrollos productivos que permiten aumentar el nivel de derrame en las comunidades vinculadas. Uruguay ha hecho un esfuerzo importante en evaluar alternativas, pero hasta el momento no se han concretado en proyectos específicos.

Un buen ejemplo de este tipo de oportunidades tiene que ver con la elaboración de pellets. Más allá de que la escala y la logística son un desafío en este rubro para ser competitivos, el mercado, sobre todo el europeo, es muy demandante y el volumen de restos que genera el sector permitiría un desarrollo en este sentido.

Algo similar podría impulsarse en la transformación de otros dos subproductos, corteza y ceniza de las calderas de generación de electricidad y vapor de las plantas. Con estos materiales se pueden producir compost y enmiendas de suelo, que en otros países se han transformado en negocios paralelos al principal. En Uruguay hay algunas experiencias, pero espacio para crecer.

Además, se pueden explorar oportunidades de productos procedentes del bosque nativo. En este sentido hay experiencias “piloto”, muchas lideradas por Facultad de Química, pero la flora nativa y, en particular, la forestal, tiene posibilidades tanto a nivel de fragancias, productos medicinales, y otros extractivos (incluso algunos taninos que podrían reducir emisiones de metano si se incluyen en la dieta vacuna). La producción de resinas de pino es otro ejemplo que cuenta con algunos esfuerzos en Uruguay, pero con potencial significativo de expansión.

Otro ejemplo de bioeconomía es la utilización de la floración de eucaliptus para la producción de miel. Ese es un servicio ambiental, a veces olvidado, pero de gran relevancia en las regiones forestales de Uruguay. Además, en particular la miel de bosques de eucaliptus tiene características diferenciales en homogeneidad, por el tiempo de polen y néctar, y además por ser producida en zonas con baja intensidad de uso de agroquímicos, permiten obtener muy buenos precios.

Las bio-refinerías, donde se pueden producir en base a materiales renovables productos que hoy son derivados del petróleo, también son una oportunidad que el mundo está explorando, aunque probablemente se concreten como emprendimientos en la próxima década. Las fibras de madera ya se utilizan para tejidos y prendas de vestir.

La lignina como bio producto es otra área en fase exploratoria pero que puede significar oportunidades de expansión de la cadena de valor de los productos forestales.

Otro aspecto que debe ser considerado son las posibles asociaciones entre emprendimientos, en formato de parques industriales o clústeres, donde se aprovechen sinergias de los distintos rubros. En este tipo de emprendimientos los restos de una empresa se pueden transformar en la materia prima para otro proceso, y, a través de la asociatividad y reducción de costos fijos (energía eléctrica, caminería, administración, seguridad, capacitación) permitir reducir costos aumentando la productividad.

Del mismo modo, continuar trabajando para desarrollar una marca país en la cadena de valor forestal, es una asignatura pendiente que el país debe encarar en su conjunto.