Las puertas no son de vaivén en la comercialización de hacienda en pie de Uruguay. Hace muchos años que se liberó la exportación de ganado, lo cual ha sido de gran beneficio para todo el complejo ganadero, pero la puerta está cerrada para el ingreso de animales, cortando los “vasos comunicantes” que tanto bien hacen a los mercados.

Cuando salieron en pie más de 400 mil terneros en un año, se sabía que 2-3 años después se iba a hacer sentir en la oferta de animales terminados para faena. Es lo que ha sucedido a partir de 2018 hasta el año en curso. La industria frigorífica sufre la escasez de oferta, que mantiene un mercado recalentado y, en la mayoría de los casos, resultados económicos negativos.

Pero a su vez, la industria sabe que a partir del año próximo la oferta comenzará a crecer, ya que a partir de la generación 2018 se produjo un drástico descenso en la exportación en pie, mientras las pariciones siguieron siendo elevadas. Por lo tanto, los novillos están creciendo y engordando en los campos y estarán disponibles para los frigoríficos a partir del último tramo de este año o en el próximo. Dependerá del incentivo por el lado del precio para acelerar la velocidad de engorde.

La paradoja es que esta seguridad de la oferta futura está dada, justamente, por la misma decisión política de permitir la exportación de ganado en pie, que le ha puesto un piso al precio del ternero, sosteniendo el ingreso de la cría y siendo el aliciente fundamental para mantener la vaca en el rodeo de cría. Lo demuestran los números de faena: la exportación en pie se liberó a mediados de los años 1990; antes, se faenaban unos 1,5 millones de vacunos por año, en tanto en la última década promediaron casi 2,2 millones.

En un negocio de cadena, en el largo plazo la idea es que a todos los eslabones les vaya bien. Para evitar momentos de escasez de oferta doméstica que comprometan la salud económica de la industria, es necesario que, así como se van animales vivos por la frontera, también entren, de manera de cubrir esos momentos de escasez.

Por supuesto que esas importaciones se deben dar minimizando los riesgos de ingreso de cualquier enfermedad que comprometa el estatus sanitario del país que tanto tiempo, dinero y trabajo ha demandado. Y que se le deben dar todas las garantías a los países a los que Uruguay exporta su carne, evitando que la producción de animales importados se mezcle con la doméstica.

No hay impedimentos para cuidar ambos aspectos. Mediante cuarentenas se puede minimizar el riesgo del ingreso de enfermedades, en tanto que con la trazabilidad es absolutamente posible segregar los animales importados.

Si se habilita, la importación de hacienda se dará en momentos en los que el producto del exterior, su transporte y los costos de ingreso sean inferiores a los que se paga por la producción doméstica. En el largo plazo no se dará en muchas oportunidades, pero de hacerlo, es un claro síntoma de que Uruguay está haciendo las cosas mejor que los vecinos. O de que los costos internos son demasiado elevados y que, para seguir siendo competitivo, deberá adecuarse a los de los demás proveedores. Cerrarse no es la forma: lo podrá ser para una coyuntura, no para el largo plazo. Y las decisiones políticas de este tipo deben mirar el largo plazo.