En el sudeste de Buenos Aires el girasol es el 30% de nuestra rotación agrícola, ya que junto a la fina (principalmente cebada y trigo) y maíz son los mejores márgenes brutos que tenemos, y precisamos tener oleaginosas en nuestra rotación. En relación a esto, el girasol suma mucho en la rotación, ya que en los campos de alto potencial la cebada con antecesor girasol nos rinde un 3 a 6% más que sobre soja y un 10 a 15% más que sobre fina o maíz.

En años secos, como este que pasó, es muy estable, y obtuvimos rendimientos promedio a un 40% menos en las zonas más afectadas por la sequía y con situaciones de suelos más arenosos, más someros, o cultivos en labranza convencional o una alta densidad de plantas.

En campañas con bajas precipitaciones en la estación estival (como la actual) es muy importante analizar la distribución de estas en relación a la aplicación de los herbicidas en base a imidazolinonas y el riesgo de sembrar cebada por un posible carryover de herbicidas.

En resumen, el girasol es un pilar muy importante de la rotación en nuestros sistemas en siembra directa con buenas prácticas agrícolas, sistemas con los que estamos logrando estabilizar los niveles de calidad física y química de suelos como en pocos lugares del mundo en sistemas de agricultura continua, y demostrándolo con trabajos como “Los Guardianes del Carbono”, realizado con especialistas de la Unidad Integrada Balcarce.

Yendo al manejo del girasol, el mismo empieza desde la cosecha del cultivo anterior, con la distribución de la cola de máquina, la cual va a afectar tanto la calidad de siembra y el coeficiente de logro, y también puede favorecer la proliferación de plagas de la implantación como babosas y bichos bolita.

Fuente La Nación.