En un momento de precios récord para la carne uruguaya y con un mercado internacional cada vez más amplio y demandante, la industria frigorífica nacional enfrenta una paradoja inquietante: plantas cerradas, trabajadores en seguro de paro y empresas con altos niveles de endeudamiento. Para el Ing. Agr. Matías Carámbula, subsecretario del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), el problema no se explica únicamente por los factores tradicionales de competitividad. Según afirmó, los principales obstáculos son la mala gestión empresarial, el sobreendeudamiento y la falta de inversión.

Una industria de contrastes

“La industria frigorífica está viviendo hoy dos realidades muy distintas”, explicó Carámbula. “Por un lado, hay empresas grandes, muchas de capital internacional, que operan con muy buenos resultados. Pero al mismo tiempo, existen plantas cerradas o semiparalizadas, en las que trabajan más de 1.000 empleados actualmente en seguro de paro”.

El subsecretario dijo que “hay frigoríficos que ya llevan más de dos años cerrados, y no se trata de un problema coyuntural. Es una acumulación de errores en el tiempo, de mala gestión, de falta de capacidad para manejar adecuadamente el crédito o de decisiones empresariales que no contemplaron los momentos difíciles”. A esto se suma, según indicó, “la necesidad de inversiones muy altas para modernizar las plantas, lo que hace aún más cuesta arriba la reapertura”.

Carámbula subrayó que el cierre de estos establecimientos tiene impactos directos no solo en los trabajadores y productores, sino también en las localidades en las que están instaladas. “Un frigorífico genera mucho trabajo y dinamiza la economía local. Su cierre afecta directamente el entramado social y económico del interior”.

Más que un problema de costos

Consultado sobre los habituales reclamos empresariales vinculados a la falta de competitividad —como el costo de la energía, del trabajo o la carga fiscal—, Carámbula fue categórico: “No creo que las plantas estén cerradas por un problema de competitividad, al menos no por esos factores tradicionales”.

El jerarca explicó que, a pesar de que los costos de producción son un elemento a considerar, el contexto internacional actual es altamente favorable. “Con los precios internacionales que tiene hoy la carne y la diversificación de mercados, el argumento de la competitividad no alcanza para justificar el cierre de frigoríficos. Los problemas están en otra parte: en los niveles de endeudamiento y en la incapacidad para revertirlos”.

En ese sentido, afirmó que hay empresas cuya deuda es tan elevada que “no solo les impide volver a operar, sino que las deja fuera del mercado incluso como objeto de venta”. Según Carámbula, “hay casos en los que el endeudamiento es tan alto en relación al patrimonio, que la propia empresa termina autodestruyéndose”.

Concentración y desigualdad estructural

Al extender el análisis al sector lechero, el subsecretario encontró paralelismos. “En la lechería también hay cooperativas cerradas, otras con serias dificultades, y algunas que funcionan bien. Pero el común denominador es una tendencia a la concentración, tanto en la industria como en la producción”.

Carámbula señaló que “cada vez hay menos productores, y eso no es casual. Es un reflejo del funcionamiento del capital, que tiende a concentrar. Las empresas más grandes tienen más espalda para soportar crisis de precios o eventos climáticos como las sequías. Las pequeñas no”.

Según explicó, este proceso no se produce de un día para el otro. “Los problemas de empresas como Calcar, Coleme o Pili no surgieron en un solo año. Son consecuencia de una acumulación de dificultades, de precios bajos, de baja colocación, de endeudamiento y de una estructura frágil para enfrentar momentos adversos”.

En ese marco, Carámbula sostuvo que muchas veces se sobredimensiona la explicación por falta de competitividad. “Claro que los costos influyen. Pero si no miramos otras cosas, como la toma de decisiones empresariales, el manejo de los recursos humanos, la eficiencia productiva o la planificación a largo plazo, no vamos a entender por qué fracasan algunas empresas mientras otras prosperan en el mismo contexto”.

Pensar el futuro de la industria

Frente a este panorama, el subsecretario insistió en la necesidad de que todos los actores del sistema —Estado, empresas, trabajadores y organizaciones sociales— trabajen juntos para proyectar una industria cárnica con futuro. “No podemos seguir con medidas de parche, que solo prolongan situaciones insostenibles. Hay que pensar una estrategia nacional para una industria con enorme potencial”.

Carámbula admitió que las inversiones necesarias para reabrir ciertas plantas cerradas son muy altas y que el paso del tiempo juega en contra. “Cada día que pasa, es más difícil recuperar esas instalaciones, más si no hay una estructura financiera sólida detrás”.

Por eso, llamó a pensar en una política de largo aliento. “El proyecto tiene que ser de mediano y largo plazo, no una sucesión de prórrogas del seguro de paro. Porque al final, no solo pierden los trabajadores, también pierden los productores, las comunidades y el país”.

Para el viceministro, el desafío no es solo económico, sino también estructural. “Hay que repensar el modelo de desarrollo agroindustrial, el rol del Estado, el papel de las inversiones, y sobre todo, cómo aseguramos que la riqueza que genera el sector se distribuya en el territorio y no se concentre en unos pocos”.

“Así funciona el sistema”, resumió Carámbula. “El capital tiende a concentrarse, y si no hay políticas activas que lo equilibren, el resultado es más desigualdad, menos productores y menos industria nacional”.

Para finalizar, el subsecretario insistió en que no se puede explicar esta situación con una única variable. “Sí, los costos inciden, pero no son toda la historia. Las decisiones empresariales, la planificación, la eficiencia y la responsabilidad financiera también cuentan. Y mucho”.

 

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