En la presentación de la consultora Steiner durante el congreso anual de los importadores de carne de Estados Unidos (MICA) se presentó un gráfico que muestra la evolución de la productividad de la ganadería de carne en distintas ganaderías exportadoras.

El gráfico, que se incluye en este artículo, compara la productividad de Estados Unidos respecto a los países de Oceanía y a los de América del Sur, reflejando la evolución desde principios de los años de 1990 de los kilos carcasa de carne producidos con relación al stock vacuno.

No es de extrañar que la productividad en Estados Unidos, donde la terminación se realiza casi en forma exclusiva en corrales de engorde y con un extendido uso de hormonas, es muy superior a los demás. EEUU produce más de 130 kilos carcasa por animal en el rodeo, unos 40 kilos más que Australia y más que duplicando la productividad de los países de América del Sur (Brasil, Argentina y Uruguay) que en ninguno de los casos llegan a 60 kilos por animal.

Con el sistema de producción imperante en Uruguay y demás países sudamericanos, con una estructura productiva en la que las pasturas juegan un papel preponderante durante todo el desarrollo del animal, es impensable alcanzar niveles de productividad cercanos a los de Estados Unidos. Con el mix de terminación en Uruguay, mayoritariamente a pasto, es lógico que este indicador sea muy inferior. Pero observando el largo plazo, el crecimiento de la terminación a corral y la mejora de las pasturas ha permitido un aumento de este indicador, pasando de menos de 40 kilos a picos de más de 55 kilos.

A lo que debería apuntar Uruguay es a llevar este indicador a los niveles que actualmente tienen los países de Oceanía, del entorno de los 80 kilos carcasa por animal en el rodeo. Esto elevaría la producción de carne —considerando el mismo stock vacuno que en la actualidad— a unas 930 mil toneladas, alrededor de 50% por encima de la producción actual.

Un rodeo de cría con altos porcentajes de destete, recrías y terminación eficientes ya sea a grano o con pasturas de alta productividad, deberían permitir alcanzar —en varios años— esos volúmenes. No es algo tan distinto a lo que sucedió hasta el año pasado de la mano de los altos precios sectoriales: disminución de la edad de faena, aumento del peso de las carcasas, aumento de la tasa de destete. Lo indispensable para ello es que el negocio retribuya, de manera de contar con los alicientes necesarios para aumentar la inversión en todos los eslabones de la cadena. Y para ello, en una ganadería exportadora como la uruguaya, la clave son las condiciones de acceso a los mercados. Queda mucho camino por recorrer en este sentido.