La industria ganadera estadounidense está experimentando un proceso que muchos pasan desapercibidos, pero que ya está teniendo efectos reales en toda la cadena mundial de suministro de carne de res. No se trata de una crisis puntual causada por los precios, el clima o el mercado. Lo que está en marcha es un cambio estructural profundo y silencioso, concentrado precisamente en la base del sistema: el programa de cría.

En las últimas décadas, la producción de terneros en Estados Unidos ha disminuido constantemente. Al mismo tiempo, la base de producción está envejeciendo y la capacidad de reemplazo no logra satisfacer las necesidades del sistema. Este desequilibrio no surgió repentinamente, sino que se ha ido acumulando con el tiempo, decisión tras decisión, ausencia tras ausencia.

El problema principal de la cría de ganado en Estados Unidos no radica en el mercado ni en el precio de la carne. Empieza con la gente. La edad promedio de los criadores estadounidenses supera fácilmente los 60 años. Una parte significativa de estos productores trabaja con pequeños rebaños, a menudo de entre 20 y 30 vacas, a menudo más por tradición, herencia cultural o afición que como un negocio estructurado.

Este perfil productivo, que sostuvo parte del sistema durante décadas, ahora resulta cada vez más inviable. La nueva generación no regresa al campo, no se hace cargo de estas propiedades y no ve atractivo económico en la ganadería a pequeña escala. El resultado es un proceso lento pero constante de erosión de la base productiva.

No se trata de un colapso ruidoso. No hay colapsos abruptos ni titulares alarmistas. En cambio, hay una reducción continua en el número de vacas, menos nacimientos de terneros en cada ciclo y una tasa de reemplazo cada vez más frágil, especialmente en un sistema que depende en gran medida de la previsibilidad y el volumen. Fuente: Beef Point

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