“El porvenir de Uruguay en materia económica depende en buena parte del desempeño de la actividad agropecuaria, determinado por múltiples factores.

Entre ellos, la alta dependencia del clima atenta tanto contra la obtención de mayores rendimientos de los bienes del sector, así como de su estabilidad en el tiempo. Puntualmente, la introducción del riego generó un aumento en el rendimiento de más del 80% en maíz y del 40% en soja, respectivamente, en promedio en los últimos seis años.

En temporadas con escasas precipitaciones, el riego logró que los rendimientos más que se dupliquen en ambos cultivos”, dice el trabajo Riego y Productividad, Potenciales beneficios de la expansión del riego en Uruguay que Ceres presentó en el marco de la última Expoactiva Nacional.

Por otra parte, la implementación del riego en la ganadería muestra un aumento significativo en la tasa de procreo y en los kilogramos obtenidos. En ambos casos, su implementación reduce la volatilidad entre temporadas, asegurando un piso a la producción que permite llevar adelante la actividad en un escenario de menor incertidumbre.

En su informe Especial, Ceres se propuso estudiar la viabilidad y el impacto económico de una mayor implementación de sistemas de riego en la ganadería y en los cultivos de soja y maíz en Uruguay. Para estos últimos, el área bajo riego alcanza hoy casi 40 mil hectáreas. Si se continúa con el ritmo de crecimiento de los últimos tres años, se podría llegar a alrededor de 300 mil hectáreas hacia 2030.

Para el caso de la ganadería —de menor extensión en hectáreas regadas— se estima el impacto de introducir 250 módulos cada año, que logre regar 100 hectáreas cada uno, también hasta 2030. Una vez se alcance el objetivo propuesto, se produciría un impacto total cada año —dado los encadenamientos productivos que generaría en toda la economía— cercano a los US$ 2.500 millones, y en el acumulado hasta 2030 rondaría los US$ 10.000 millones. Además, la inversión necesaria total para la instalación de los sistemas de riego sería de unos US$ 1.800 millones, con un impacto en la economía superior a los US$ 7.500 millones a lo largo de los ocho años. Durante este periodo, se daría un aumento progresivo de la actividad —a partir del incremento en las exportaciones y una mayor inversión— que alcanzaría en 2030 una magnitud cercana a los US$ 3.900 millones, lo que se traduciría en un crecimiento del PIB de ese año del 4,8% y dejaría para años siguientes una economía 3% más grande con respecto a un escenario con el nivel de riego actual.

Para incentivar el desarrollo de esta práctica, en base al estudio y entrevistas con informantes calificados, Ceres propone un conjunto de medidas:

nuevos métodos de financiamiento, mejorar la difusión de resultados, generar un plan público-privado para facilitar la instalación eléctrica necesaria y profesionalizar el riego con mayor capacitación e investigación, entre otras, de forma tal de generar los incentivos necesarios para que el riego se transforme en una política de Estado.

 

Más procreo y kilos en ganadería

Para esta actividad, el impacto positivo de la aplicación del riego, según Ceres, se da por un incremento en la tasa de procreo y un aumento en los kilos obtenidos, a raíz del aumento en la producción de materia seca (forraje una vez se le quita el agua). A su vez, este salto en la productividad impulsaría la venta de vacas gordas en lugar de vacas de invernada. Para dimensionarlo, se realiza un modelo teórico que calcula el impacto de regar 100 hectáreas (1 módulo) en un predio ganadero de 1.200 ha, dado que el alcance excede el área

regada. El modelo ilustra predios criadores con venta de vacas gordas, con base en información de INIA, Agrociencia y Facultad de Agronomía (Udelar).

Para el modelo se asume un predio con 80 unidades ganaderas por hectárea (UG/ha) y producción de 90 kg/ha, en promedio.

Del total de las ventas, 55% corresponde a carne de vaca y 45% a carne de ternero. Se estima que la tasa de procreo pasa de 66% a 80% y que se da un incremento del 56% en los kilogramos por hectárea una vez se aplica riego. Los precios para novillos y terneros se supone que se mantienen en el nivel de principios de 2023. Para el financiamiento se considera un préstamo para realizar la erogación inicial, a un plazo de 8 años.

La incorporación de un módulo tiene un costo por hectárea que ronda los US$ 4.000. Con iguales supuestos que en agricultura relativos al beneficio fiscal por parte de la Comap (del 60% de la inversión), requeriría una inversión cercana a los US$ 160 mil, dado que el ejercicio se enmarca en regar 100 hectáreas.

El aumento de la producción que esto genera, sumado a los costos adicionales en los que incurre el productor, deriva en que la amortización de la inversión se daría en un plazo superior a los 5 años. El resultado neto de la inversión ronda los US$ 30 mil, por lo que dado que la cuota anual del préstamo es de US$ 20 mil, se estima un aumento en las ganancias cercano a los US$ 10 mil promedio anual durante estos 8 años. Una vez se complete el repago y el pago de intereses, las ganancias adicionales, únicamente por la introducción del riego, rondarían los US$ 40 mil cada año, según Ceres.