Durante la jornada técnica lechera Sistema de Producción Hoy ¿Cómo capitalizar oportunidades? organizada por INIA, CREA, e Inale, el Ing. Agr. (PhD) Santiago Fariña, director del Programa de Investigación en Producción de Leche de INIA, hizo un repaso de la lechería en los últimos 30 años y del camino que transitó la investigación para proyectar cómo puede ser la producción primaria a futuro.

Fariña habló sobre la necesidad de ser responsables en tres pilares fundamentales: la sustentabilidad económica, ambiental y social de los tambos.

A juicio de Fariña, existe biológicamente la posibilidad de tener más litros por hectárea (ha); sin embargo, hoy no está claro que esos sistemas productivos sean más simples para la gente que trabaja en los tambos.

Por otro lado, hoy tampoco está claro si con la incursión del riego, por ejemplo, se puede superar esa barrera de 8-10 toneladas de materia seca (MS) por ha y si es viable desde el punto de vista económico.

“Tampoco sabemos si los ciudadanos del futuro van a aceptar los nuevos sistemas de producción”, alertó.

Fariña indicó que el recorrido de la investigación demostró que el crecimiento de la productividad “no es lineal” y que el límite actual lo está marcando la “autosuficiencia forrajera” en secano.

El director del Programa de Investigación en Producción de Leche de INIA acotó que hay ciertas certezas sobre el manejo y resultado de sistemas pastoriles mixtos de alta carga (2-2,5 vacas/ha) y consumo de forraje (8-10 ton/MS/ha).

“No hay certezas aún en sistemas que van más allá: resultado económico, manejo de nutrientes, o percepción de la sociedad (los vecinos que pasan por la ruta o los clientes que compran esa leche)”, advirtió Fariña. 

 

La infraestructura, un debe

A juicio de Fariña, la infraestructura es una “necesidad transversal” para todos los sistemas de producción de leche y existe una oportunidad de capitalizar esto en años de buenos resultados.

De acuerdo a los datos que arrojó la encuesta del Inale de 2019, el 55% de los callejones de los tambos en Uruguay eran aún de tierra negra, las salas más grandes tenían una mala relación entre órganos y cantidad de vacas y el 60% de los corrales de espera no tenían sombra.

Además, el 89% de los tambos no tiene sombra artificial y el 77% no tiene agua en la parcela. En tanto, cuando hace calor o llueve, el 81% de los tambos no cuenta con una plaza de alimentación para sus rodeos. “Todavía queda mucho camino por recorrer en los sistemas comerciales”, aseguró Fariña.

Otro de los debes que tiene la producción primaria en Uruguay son los nutrientes, su balance y su distribución, explicó Fariña.

En base a un trabajo académico, se estima que con el fertilizante y concentrados, entre otros, ingresan unos 292 kg/ha por año de nutrientes a un tambo. De este total, en leche y otros salen unos 102 kg/ha, por lo que queda un excedente en el predio de 190 kg de nutrientes por ha.

“Ese nitrógeno no se convirtió en leche y quedó en el sistema”, indicó. Añadió que eso no era un problema en la década de 1990 porque la carga animal no era tan elevada, pero hoy eso cambió y exige otro tipo de manejos para los productores.

Además, se han detectado elevadas concentraciones de fósforo a 15 cm de profundidad en los potreros de descanso de las vacas en los principales departamentos de la cuenca lechera del país. “Los sistemas con altas cargas están llegando a excedentes de nutrientes que preocupan”, aseguró.

 

El presente para apuntar al futuro

El técnico presentó el camino recorrido en la estación experimental INIA La Estanzuela con distintos sistemas de producción de leche junto al aporte de Pablo Chilibroste y Alejandro La Manna.

“¿Por qué estamos discutiendo esto hoy?”, se preguntó Fariña, quien acotó que países líderes en la producción de leche tradicional como Holanda y Nueva Zelanda se están “replanteando su proceso de intensificación, lo están frenando e incluso están dando marcha atrás. Esto nos hace cuestionarnos mucho”, admitió

De todas formas, Fariña indicó que Uruguay “está en otra posición”, en un contexto productivo diferente, que requiere aún mejoras de ingresos y también “en un contexto ambiental, macroeconómico y social muy diferente”.

Para el director del INIA, es necesario ver “dónde” está parado hoy Uruguay y por ello destacó el rol de la investigación, que ha estado —en general— unos escalones por delante de lo que ocurre en los predios comerciales para “tratar de adelantarse a los problemas y levantar algunas limitantes”.

Fariña hizo un repaso de los últimos 30 años del camino de la productividad. Indicó que la experiencia de la investigación demuestra que los mayores desafíos estuvieron por el lado de la carga animal por hectárea y no por un aumento de la producción de litros de las vacas en los tambos. Eso fue clave para que se llegara a niveles de producción de 6.000-7.000 litros/ha durante la última década.

En tanto, el sistema que mayor ingreso de capital logró en los pilotos experimentales —con unos US$/ha/año 1.000— es aquel que cuenta con una carga de 2-2,5 vaca masa/ha, con una dieta de 40%-50% pastero directo, 20%-25% de reservas y 30% de concentrados. El consumo de forraje en esos predios se ubica en 8-10 toneladas de materia seca por ha, con una rotación 4 años de pradera y 1 año de cultivo y una producción de 1,6 kg de sólidos por día.

Fariña indicó que estos sistemas requieren inversiones en infraestructura, desde caminería, sombra, agua en la parcela, salas de ordeñe adecuadas y un sistema de gestión de efluentes.