Los datos de stock vacuno y ovino al 30 de junio de cada año son siempre acompañados de otro cúmulo de datos útiles para el análisis de la situación de la ganadería en el país, no solo teniendo en cuenta la cantidad de animales, sino el tipo de tenencia, el tamaño de los predios y la ocupación de los suelos. De estos se pueden sacar informaciones muy valiosas al momento de analizar el sector.
Una de las informaciones que da a conocer el MGAP es el uso del suelo, donde se pueden observar tendencias interesantes tanto en el corto como en el largo plazo. Por ejemplo, a principios de siglo había en el país alrededor de 12,5 millones de hectáreas de campo natural, superficie que se contrajo a poco más de 11 millones en los últimos años, como consecuencia de la competencia de otros rubros (agricultura, forestación) y, en menor medida, por un moderado aumento de la siembra de pasturas y mejoramientos extensivos.
En el dato de uso del suelo para la ganadería este invierno se advierte una fuerte caída de la implantación de cultivos forrajeros anuales (verdeos), a lo que se suma una reducción significativa también de la superficie ocupada por praderas permanentes.
Había sido muy alta la siembra de verdeos en 2023, de 781 mil hectáreas, en tanto los productores intentaron capear el déficit forrajero producido por la sequía. Consultado al respecto el ingeniero José Mesa, asesor privado, aseguró que la intención de siembra para este año era de una superficie similar a la del pasado, pero que la continuidad de las precipitaciones a partir de mediados del otoño impidió en muchos casos la siembra y, en otros, mató la pastura. “Las avenas se murieron y los raigrases hasta el momento han dado 20% de su potencial”, explicó.
De todas formas, las 684 mil hectáreas de verdeos, más allá del descenso anual de casi 100 mil hectáreas, es el segundo registro más alto desde 2003. En el caso de las praderas permanentes la situación es distinta. Había en el país 1,07 millones de hectáreas, de las que 317 mil fueron sembradas este año. La baja en la superficie total fue de 41 mil hectáreas, área mínimamente inferior a la de praderas nuevas, que cayeron en 43 mil hectáreas. Pero, en este caso, la superficie ocupada por praderas es la menor desde 2015, nueve años atrás.
Seguramente una proporción relativamente importante sean praderas que se sembraron pero que se perdieron por los excesos hídricos de la segunda mitad del otoño y principios del invierno. En otros casos, la siembra de praderas se atrasó y, incluso, siguen sembrándose en estos momentos, aseguró Mesa.
En los hechos, con una superficie de campo natural que ha ido cayendo a lo largo de lo que va del siglo, y con menor cantidad de pasturas sembradas, la capacidad de producción de forraje del país se ha visto resentida. Parte de ello se suple con una mayor utilización de granos y raciones en los corrales de engorde, pero se trata, sin duda, de un argumento principal por el que la oferta de animales provenientes de pasturas en estos últimos meses ha sido muy baja.