Desde Shanghái
Las condiciones de higiene en las que se trabaja en la planta procesadora de huesos llamaron la atención de los exportadores por lo escasas. “Si viene uno del Senasa (organismo de la sanidad animal en Argentina) se desmaya”, dijo en tono risueño un exportador argentino.
Es que las condiciones de higiene con las que se manipulan los productos en China distan muchísimo de lo que exigen las autoridades sanitarias chinas a las plantas exportadoras. No había botas, ni mamelucos, ni desinfectantes para ingresar a donde se encontraban los operarios que trabajaban el alimento. Solo tapabocas y cofia.
Lo más flagrante, seguramente, era la forma en que separaban los huesos al quitarlos de las cajas. Un hombre los levantaba y los tiraba contra el piso (el mismo piso pisado con los zapatos de todos quienes habíamos ingresado de afuera) y desde allí los levantaban para trozarlos y devolverlos a las cajas.