Foto: Blog-Jacto

La producción de productos pecuarios en Nueva Zelanda atraviesa un marcado descenso, en gran parte impulsado por políticas regulatorias vinculadas a la reducción de emisiones de carbono. Aunque la propuesta de impuesto al carbono de la ex primera ministra Jacinda Ardern fue revocada, sus efectos persisten: muchos productores adoptaron decisiones estructurales hace tres años que hoy impactan en la oferta de productos animales.

El giro hacia la forestación y la presión del mercado de carbono están remodelando el paisaje productivo neozelandés. La caída en la oferta ganadera está debilitando la industria local y abriendo espacio a las importaciones de carne, particularmente desde Australia, en un escenario donde la demanda internacional continúa firme, pero la capacidad de respuesta local se ve limitada por decisiones estructurales tomadas bajo el impulso de la transición climática.

Una de las principales consecuencias ha sido el traspaso de tierras ganaderas a proyectos forestales para capturar carbono, impulsados por incentivos del Esquema de Comercio de Emisiones (ETS). Empresas como la sueca Ikea, a través de subsidiarias, han adquirido más de 23.000 hectáreas de tierras en Nueva Zelanda desde 2021, destinadas tanto a producción maderera como a proyectos de captura de carbono. Estas compañías ofrecen hasta US$ 25.000 por hectárea —muy por encima del valor tradicional de tierras ganaderas o lecheras—, lo que genera una fuerte presión sobre el uso del suelo y desplaza la actividad pecuaria.

Las cifras reflejan este cambio: en la última década el rodeo lechero neozelandés cayó 13% (unas 860 mil cabezas), mientras que el stock ovino se redujo 21%, situándose actualmente en 23,6 millones. En 2025, la faena vacuna cayó 4% respecto al año anterior, y la de corderos 9%, lo que ha llevado al cierre de plantas frigoríficas como Smithfield, de Alliance Group, dejando 600 personas sin empleo.

En este contexto, la industria cárnica neozelandesa enfrenta una sobrecapacidad estructural. Según la presidenta de Beef & Lamb NZ, Kate Acland, “tenemos más plantas y líneas de procesamiento que ganado para sostenerlas de forma eficiente”. Durante la conferencia anual del sector, Acland instó a enfrentar el desafío del abastecimiento ganadero con estrategias audaces de cooperación entre empresas competidoras, ante la incapacidad del país de capitalizar la actual demanda internacional y los altos precios de exportación.

El descenso en la producción ha generado un crecimiento inédito de las importaciones de carne australiana. En el año fiscal cerrado en junio, Australia exportó 5.037 toneladas a Nueva Zelanda, casi el triple que las 1.733 toneladas del año anterior, con un fuerte incremento en cortes enfriados.

Fuente: Beef Central

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