El optimismo que rodeó a los mercados emergentes a lo largo del año se había basado en gran medida en las expectativas de un repunte del crecimiento, impulsado principalmente por China. Sin embargo, datos publicados recientemente han demostrado que esta recuperación es inconsistente en el mejor de los casos, y potencialmente inexistente en el peor, consignó Bloomberg Line.

En concreto, los datos publicados el martes revelaron un desplome de casi el 15% de las exportaciones en julio, lo que supone la mayor contracción en un año. Este descenso pone de manifiesto la caída de la demanda mundial. Al mismo tiempo, las importaciones cayeron más del doble de lo previsto por los economistas, lo que indica la fragilidad de la demanda interna.

A esto se suma la constatación de que los precios al consumo y al productor de China bajaron en julio con respecto al año anterior, una señal de la presión deflacionista a medida que se debilita la demanda en la segunda mayor economía del mundo.

La Oficina Nacional de Estadística reveló que el índice de precios al consumo registró su primer descenso en más de dos años, con una caída del 0,3% en julio respecto al año anterior. Al mismo tiempo, los precios de producción han experimentado una décima reducción mensual consecutiva, contrayéndose un 4,4%.

Hace unas pocas semanas, ante un gris panorama con el mercado inmobiliario en continuo declive y una demanda de exportación reducida, los líderes del gigante asiático se reunieron para trazar un plan, empezando por comprometerse a lanzar políticas para estimular el gasto de los consumidores.

"La recuperación de la pandemia está siendo tortuosa. Es necesario expandir activamente la demanda interna y expandir el consumo aumentando los ingresos de los residentes", reconocieron en un comunicado los mandamases chinos del Politburó. "Es necesario impulsar el consumo de automóviles, productos electrónicos y muebles para el hogar, y promover el consumo de servicios como el deporte, el ocio y el turismo cultural".