Vaya año difícil por el que se está transitando. Pero más allá de las incertidumbres y de la volatilidad generada por la pandemia, el mercado internacional de la carne vacuna sigue firme y demandado. El faltante de proteína animal es notorio y la demanda de los principales importadores mundiales se mantiene a pesar del impacto negativo que la desaceleración de la economía mundial tiene sobre el consumo de este producto.
En los primeros ocho meses del año el Mercosur —principal proveedor de carne vacuna al mundo— exportó 1,84 millones de toneladas peso embarque de carne vacuna fresca, con un consistente aumento de más de 200 mil toneladas (13%) respecto al mismo período de 2019. El único de los cuatro países del bloque que redujo sus ventas fue Uruguay, con precios poco competitivos y una reducida oferta.
Con un panorama global incierto por la pandemia, es un hecho destacable que la región haya incrementado sus ventas al exterior. Pero lo es más aún si se observa que el valor medio de colocación se mantuvo firme. Entre enero y agosto de este año las exportaciones del bloque promediaron US$ 4.446 por tonelada peso embarque, 2% por encima de los US$ 4.366 del mismo período de 2019.
Por lo tanto, se exportó más y a mejor precio, lo que habla a las claras de un mercado internacional ávido por el producto. Por más que está claro que no está dispuesto a pagar los exorbitantes precios del último trimestre del año pasado, también está claro que hay necesidad de carnes rojas, lo que hace que las ventas sean fluidas.
El origen de esta firmeza es el tremendo hueco que la fiebre porcina africana ha causado en la producción de cerdo en China. En 2020 solo produjo 2 de cada 3 kilos que había producido en 2018. La expectativa es que comience a recuperarse, pero lo hará de forma lenta.
La necesidad sigue existiendo, por lo que las colocaciones —si no pasa algo demasiado raro— seguirán en buenos niveles. Con precios sensiblemente inferiores a los del último trimestre de 2019, pero en niveles atractivos.