A medida que crece la propagación de la fiebre aftosa en Indonesia, los productores australianos sostienen que el flujo turístico entre ambos países es “una bomba de tiempo” que puede generar grandes pérdidas en Australia. Con un flujo turístico, pre pandemia, de 100.000 australianos por mes, los expertos sostienen que el turismo entre ambos países es el principal factor de riesgo de la introducción de la enfermedad.

La fiebre aftosa se detectó por primera vez en Indonesia el 28 de abril en Surabaya y, a fines de la semana pasada, se había extendido a 18 provincias y 163 distritos de todo el país. Un funcionario del Ministerio de Coordinación de Asuntos Económicos de Indonesia dijo a los medios australianos que la fiebre aftosa podría afectar potencialmente a la economía nacional de Indonesia, ya que las restricciones a las exportaciones de ganado “podrían crear un efecto dominó en otros sectores económicos”.

El presidente de la federación de productores del estado de Victoria, Steve Harrison, dijo que “hay 100 mil millones de dólares (australianos) en riesgo para la industria ganadera”. Según el productor australiano el ingreso de la enfermedad podría significar la pérdida de mercados para la carne durante cinco u ocho años.

Según publicó el periódico The Weekly Times en Australia, los veterinarios también cuestionan la capacidad de Australia de hacer frente a una infección de aftosa. El Dr. Andrew Whale, presidente de la Asociación Veterinaria de Ovinos de Australia, dijo “no tenemos la base de conocimientos que teníamos hace 30 o 40 años”, marcando su preocupación ante la falta de capacitación para enfrentar la enfermedad.

La Oficina Australiana de Economía y Ciencias Agrícolas y de Recursos calculó el costo directo de un brote de fiebre aftosa en todo el país en alrededor de $ 80 mil millones.

Por su parte, el veterinario Dr. Ross Ainsworth, autor del Informe del mercado de carne de res del sudeste asiático, dijo al periódico australiano que “el festival musulmán de Qurban a principios de julio también podría actuar como un conducto para la propagación de la fiebre aftosa con 200.000 cabezas de ganado y un millón de ovejas y cabras para ser sacrificadas”.

Según explicó, “los animales con síntomas leves de fiebre aftosa se consideran aceptables para el sacrificio”, por lo cual la “gran cantidad de ganado que deberá trasladarse de su ubicación actual al lugar de sacrificio, que en la mayoría de los casos estará cerca de grandes centros de población”, generará un gran riesgo, dijo Ainsworth.