En el marco de la jornada Resultados del Monitoreo de Empresas Ganaderas, el Ing. Agr. Carlos Molina, técnico del Instituto Plan Agropecuario, presentó los resultados del programa Carpetas Verdes correspondientes al ejercicio 2024-2025, junto con una mirada preliminar hacia el inicio del período 2025-2026.

Su exposición se centró en el análisis de más de 150 empresas que integran de forma voluntaria este sistema de seguimiento desde el año 2001.

Molina destacó que "no es común que una institución mantenga un programa de trabajo como este durante 25 años", con 24 ejercicios ganaderos analizados de forma ininterrumpida.

También remarcó que el trabajo no se limita al equipo visible del Plan, sino que incluye técnicos externos que aportan carpetas de empresas que asesoran y, sobre todo, a los productores que deciden compartir información sensible.

Como en años anteriores, la información presentada fue segmentada por sistemas de producción -ciclo completo y criadores- y por dos grandes zonas agroecológicas: Norte-Litoral Norte-Centro y Noreste-Centro-este, diferenciadas principalmente por la presencia de suelos de basalto en la primera región y suelos cristalinos y de sierra en la segunda. De esta combinación surgen cuatro grupos de análisis cuyos comportamientos, similitudes y diferencias permiten comprender mejor la compleja realidad del país ganadero.

Ciclo completo en el norte

Para comenzar, Molina se refirió a los sistemas de ciclo completo del Norte, caracterizados por establecimientos de 1.600 hectáreas promedio. La superficie se ha mantenido estable, mientras que el área mejorada mostró una recuperación tras dos o tres años de fuerte deterioro por la sequía, alcanzando un 9% del total. Según explicó, ese incremento responde mayormente a la recuperación de los mejoramientos de campo natural.

Durante el ejercicio 2024-2025 estas empresas trabajaron con algo más de cuatro trabajadores por año y mostraron un crecimiento en su dotación vacuna luego del descenso registrado en los años secos. Aunque aún no se alcanzan los valores previos a la sequía, la tendencia es claramente ascendente. Los lanares se mantuvieron estables y la dotación total registró un leve aumento debido al crecimiento del rodeo bovino.

En síntesis, se combinaron superficie estable, mayor carga vacuna y una recuperación gradual de las áreas mejoradas.

Uno de los aspectos que más destacó Molina fue el desempeño reproductivo. Las empresas de ciclo completo del Norte han mostrado históricamente buenos niveles de marcación y este ejercicio no fue la excepción. "Recuperan la marcación que pasa de 78 a 87%, una recuperación del 11% para llegar a los valores más altos de la serie", señaló. Las vacas entoradas, indicador clave del uso de la base forrajera y de la estructura del rodeo, alcanzaron 0,27 vacas entoradas por hectárea, un valor destacado para predios de ciclo completo. La señalada ovina se ubicó en torno al 80.

La mejora reproductiva y sanitaria se tradujo directamente en un aumento de la productividad: los kilos de carne vacuna por hectárea crecieron de 93 a 105 kilos, lo que representa una suba del 13%. La productividad ovina mostró un leve descenso, manteniéndose entre 8 y 9 kilos de carne y entre 2 y casi 3 kilos de lana por hectárea. En términos de carne equivalente total, estas empresas alcanzaron 118 kilos por hectárea, el mayor valor de toda la serie histórica.

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Los precios, por su parte, acompañaron esta recuperación física. Molina explicó que "si bien el precio de los vacunos no llega al récord de 2021-2022, tiene un crecimiento de 18% respecto al año pasado". La canasta ovina también creció 17%, con lanas gruesas que aumentaron 10% y se vendieron en torno a US$ 1,90 por kilo, mientras que las lanas finas se mantuvieron en US$ 5.

En el caso de los resultados económicos, el producto bruto creció 17%, alcanzando los US$ 224 por hectárea, impulsado por mayor cantidad de kilos y mejores precios.

Los costos económicos crecieron apenas 2%, llegando a US$ 123 por hectárea, lo que permitió una mejora en la relación insumo-producto.

Esta combinación derivó en un incremento significativo del ingreso de capital, que pasó de US$ 71 a US$ 101 por hectárea, un aumento del 42%. En el caso de los establecimientos arrendatarios, que representan cerca del 60% del área, el ingreso neto subió de US$ 41 a US$ 70, es decir, un crecimiento del 70% pese al aumento de costos y al peso de rentas que se ubican entre US$ 75 y US$ 85 por hectárea efectiva.

Ciclo completo del Este

El análisis para el Noreste y Centro mostró diferencias estructurales respecto al Norte. Se trata de empresas más pequeñas, de alrededor de 1.090 hectáreas, cuyo componente ganado ovino es menor y donde el área mejorada alcanzó 19%, el valor más alto de la serie. El número de trabajadores fue de 3,5 por establecimiento y la dotación vacuna también creció, acercándose a niveles anteriores a la sequía. 

La marcación llegó a 80%, recuperando 7% respecto al ejercicio previo, y las vacas entoradas se mantuvieron en torno a tres por hectárea, un valor que el técnico calificó como destacado para el sistema.

La señalada ovina se mantuvo en 88%. La productividad total aumentó 8%, alcanzando 113 kilos de carne equivalente por hectárea, impulsada por la mejora en los bovinos.

En materia de precios, estas empresas alcanzaron un hito relevante: "Llegan a un precio récord de la serie en la venta de sus vacunos, un 20% más que el año pasado", afirmó Molina. La carne ovina también registró un crecimiento de 3%, con valores de US$ 1,95, y las lanas gruesas aumentaron 20%, ubicándose en US$ 1,20.

El producto bruto creció debido a la mayor cantidad de kilos vacunos y a la suba de los precios, mientras que el valor del stock también aumentó, contribuyendo al ingreso económico. Los costos se ubicaron en US$ 126 por hectárea, con una relación insumo-producto más favorable que en ejercicios anteriores. El ingreso de capital pasó de US$ 77 a US$ 118, un aumento del 53%, y el ingreso neto de los arrendatarios subió de US$ 47 a US$ 87, lo que equivale a un crecimiento del 85%.

Criadores del Norte

El grupo de criadores del Norte, sobre suelos de basalto, presentó particularidades relevantes. Con superficies promedio de 668 hectáreas, estas empresas destinan 8% del área a mejoramientos, que comenzaron a recuperarse tras la sequía. Trabajaron con 2,5 trabajadores por año y mantienen la mayor dotación ovina entre todos los grupos analizados.

La dotación vacuna creció 8%, superando incluso los valores previos al déficit hídrico y alcanzando su nivel más alto de la serie. La dotación ovina, aunque elevada, cayó 10%, y la dotación total aumentó 3% debido al crecimiento del rodeo bovino.

La marcación fue uno de los aspectos más destacados: "La marcación crece 19% y llega a 82% después de dos golpes fuertes", indicó Molina, refiriéndose a los impactos climáticos de los ejercicios anteriores.

Las vacas entoradas también alcanzaron el valor más alto de toda la serie, con 0,35 por hectárea.

La productividad vacuna aumentó más de 20%, el mayor salto en 24 ejercicios. En contraste, la productividad ovina cayó 15% en carne y 19% en lana, afectada por la menor dotación. La productividad total alcanzó 104 kilos de carne equivalente, impulsada por el desempeño bovino.

Los precios acompañaron este desempeño. Los vacunos registraron un aumento de 18%, mientras que los lanares también crecieron 18%.

Las lanas corridas alcanzaron US$ 1,30 por kilo, y las lanas finas, en algunos casos de Merino, se ubicaron entre US$ 8 y US$ 9 por kilo de vellón.

El producto bruto creció 21%, mientras que los costos llegaron a US$ 108 por hectárea, una cifra elevada pero con un nivel de relación insumo-producto más favorable que en ejercicios previos. El ingreso de capital aumentó de US$ 63 a US$ 96, es decir, 52% más, y el ingreso neto de arrendatarios casi se duplicó, pasando de US$ 35 a US$ 68.

Criadores del Este

Finalmente, Molina analizó el grupo de criadores del Este, con superficies promedio de 660 hectáreas y 16% de área mejorada, aún por debajo del nivel previo a la sequía. Trabajaron con menos de dos trabajadores por establecimiento, y la dotación vacuna tuvo un leve crecimiento de 2%, aunque se mantiene lejos de los máximos históricos. Los ovinos continúan en niveles bajos y con tendencia descendente.

El desempeño reproductivo mostró señales positivas. "Estos niveles de marcación estables, a pesar de los años secos, son realmente un resultado del esfuerzo de estos productores", afirmó.

La marcación llegó a 83%, con vacas entoradas entre 0,40 y 0,42 por hectárea, niveles considerados destacados. La productividad vacuna creció 6%, alcanzando 101 kilos, aunque sin llegar todavía a los máximos de 110 kilos registrados en ejercicios anteriores. La productividad total llegó a 111 kilos de carne equivalente por hectárea.

Un cierre con mejores resultados económicos

Hacia el final de su exposición, Molina sintetizó el comportamiento general de los cuatro grupos analizados. Subrayó que todos mostraron un incremento de productividad, sustentado fundamentalmente en los mejores desempeños bovinos, tanto en marcación como en kilos producidos. A esto se sumó una mejora en los precios de venta, especialmente en los vacunos y en las lanas gruesas, así como una valorización positiva del stock tras años de caída por la sequía.

Los costos continuaron creciendo, aunque a un ritmo menor que en ejercicios anteriores. Pese a ello, la mejora en la relación insumo-producto permitió que tanto propietarios como arrendatarios obtuvieran ingresos sustancialmente superiores a los del año pasado. 

La presentación cerró con una lectura optimista pero prudente, marcada por el recuerdo de la importancia de la variabilidad climática en los resultados ganaderos y por la relevancia del manejo para sostener los niveles logrados.

Aunque el análisis más profundo será desarrollado en próximas publicaciones técnicas y periodísticas, la jornada dejó en claro que el ejercicio 2024-2025 fue un año de recuperación firme para la ganadería uruguaya y un punto de partida alentador para el ciclo 2025-2026.

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