Desde la industria frigorífica se reclama lo poco que se ha hecho para mejorar la inserción de la carne uruguaya en los mercados del sudeste asiático. Y no es para menos, ya que son de creciente importancia, acaparando cerca de 10% del comercio internacional, y a Uruguay le falta casi todo para estar en condiciones de aprovecharlo.

Con la habilitación del mercado japonés quedó la sensación de que ya no había más nada que habilitar. Era la frutilla de la torta. Por más que es un mercado muy exigente y se debe aplaudir el logro, no es cierto que no queden mercados importantes para ser habilitados.

El sudeste asiático es un mercado para nada despreciable y con un enorme potencial de crecimiento. Viven allí unos 580 millones de personas que, al igual que sucedió con China, están incrementando su poder adquisitivo y tendiendo hacia la occidentalización de algunas costumbres, entre ellas la de comer carne vacuna.

Con los países potencialmente más interesantes (Filipinas, Vietnam, Indonesia) Uruguay no tiene ni siquiera un acuerdo sanitario, por lo que hay que empezar desde el principio. Con otros, caso de Malasia, hay exigencias muy estrictas desde el punto de vista del rito religioso. Varios años atrás Uruguay exportó carne a Malasia, pero esa corriente comercial luego se interrumpió porque la certificación de las condiciones del rito halal dejó de ser aceptada por las autoridades religiosas del país. Algunas plantas están autorizadas a exportar a Singapur, pero es un mercado chico. En lo que va del año solo Athena Foods colocó 17 toneladas de carne vacuna en este destino. El otro mercado importante del sudeste asiático es Tailandia, pero tiene muy elevados aranceles que hacen inviable la colocación del producto uruguayo.

Brasil, con varias plantas habilitadas, está aprovechando la coyuntura en Filipinas, donde la peste porcina africana redujo significativamente la producción de carne de cerdo y está elevando sus importaciones de carne vacuna. En el primer semestre del año le exportó 29 mil toneladas del producto congelado, convirtiéndose en el tercer principal destino dentro de este segmento, solo detrás de China y Hong Kong y superando a clientes tradicionales de la carne brasileña, caso de Egipto.

Las estadísticas de consumo dan cuenta de un gran potencial de crecimiento. En base a datos del USDA, Filipinas se estima que consumirá este año el equivalente a 3,7 kilos por habitante y Vietnam una cantidad similar. Malasia está por encima, con unos 7,7 kilos por habitante por año. Con la mejora del poder adquisitivo, este número seguro crecerá.

Consultado respecto al potencial de esta región, Lautaro Pérez, gerente de marketing de INAC, dijo que el año pasado importó carne vacuna por US$ 3.200 millones y que se puede estimar que alrededor de US$ 1.000 millones son productos de alto valor, exportados fundamentalmente desde Australia y Estados Unidos. No es como para seguirlo despreciando.